HUNDIMIENTO DE LA LANCHA TORPEDERA CHILENA
"JANEQUEO" EN EL CALLAO POR EL GUARDIA MARINA : SAN MARTÍN PEÑA, EMILIO
25 MAYO 1880
La distancia y el aislamiento que entonces
separaban a la selva peruana del escenario de la guerra de conquista chilena
contra Perú y Bolivia no mellaron en absoluto el espíritu patriótico de la
población selvática. Al primer toque de clarines de guerra, numerosos jóvenes
se volcaron a las calles pidiendo incorporarse a las filas del ejército;
mientras la población en general, en un gran despliegue de profundo sentimiento
patriótico, no regateó sus óbolos voluntarios para la adquisición de armas y
pertrechos.
En Tarapoto, el 20 de junio de 1880, el gobernador
del distrito, en atención a una nota oficial recibida de la subprefectura de
Moyobamba, transcribiendo un oficio del Prefecto y Comandante General del
Departamento, preparó y remitió un contingente de ochenta hombres destinados
para la guerra con Chile. El documento oficial decía:
“Esta subprefectura ha recibido orden terminante
del señor Prefecto y Comandante General del Departamento, para remitir
inmediatamente ciento cincuenta hombres que formarán el resto del contingente
destinado a la guerra, quienes deben partir con destino a la Capital del
Departamento, el día 25 del presente mes y en consecuencia ordeno a Ud. que tan
pronto reciba esta comunicación, proceda a reunir el número de ochenta hombres
que toca suministrar al distrito de su mando con la mayor puntualidad”.
El 24 de setiembre de 1879, en una gran cruzada en
favor de la patria agredida, los pueblos de Tarapoto y Chazuta lograron
recolectar 623 soles y 20 centavos para ser destinados al pago del empréstito
que el país se había visto forzado a realizar para la defensa nacional. El
llamado de la patria violentada y agredida por un vecino ambicioso y
expansionista no tardó entonces en llegar tramontando elevadas cordilleras
envueltas de grandes mantos de hielo. La Amazonía hasta entonces solamente se
vinculaba con el resto del país, a través de largas, escabrosas y empinadas
trochas que rompían las cordilleras por el lado sur, vía Ucayali - Pichis y por
el norte, vía Moyobamba - Chiclayo. La otra vía, era el Amazonas, Atlántico y
Pacífico. Todas ellas significaban muchas semanas y hasta meses de penosas travesías.
Desde hacía más de diez años Chile venía
preparándose para la guerra; mientras en el Perú, ajenos a esa realidad,
políticos, caudillos y sectores de los mandos militares, se disputaban
agriamente el poder político. El país vivía en permanentes revueltas y
alzamientos militares y civiles, trayendo consigo inestabilidad política y
económica. Durante ese lapso, Chile se armó y adiestró y tecnificó su ejército.
Adquirió una poderosísima flota marítima, formada principalmente por dos
acorazados fabricados entre 1874 y 1875, con equipos de potente artillería, dos
corbetas suficientemente dotadas de armas, y tres cañoneras. Su poderío era tan
grande que, solamente usando un acorazado, el enemigo tenía mayor capacidad de
fuego que toda nuestra marina. En la preparación de su ejército, habían puesto
mayor interés en la artillería, dotándola de modernos cañones de campaña Krupp
y Armstrong y de ametralladoras Gatling y Nordenfelt.
Nuestros cañones habían sido anticuadamente
diseñados y fabricados de manera tosca en las factorías de Lima. La infantería
enemiga tenía armamentos uniformes y de excelente calidad: modernos fusiles,
principalmente Comblain; a diferencia de los del Perú que carecían de
uniformidad y de armas efectivas.
Predominaban los fusiles Martini - Peabody. La
infantería boliviana se encontraba en peores condiciones: usaban arcaicos
fusiles de pedernal y contaban con no más de mil quinientas carabinas
Winchester. En caballería, el vecino del sur poseía armamentos más homogéneos:
sables y rifles Winchester. En los nuestros había una diversidad, aunque
predominaban los rifles Winchester.
Los chilenos se habían provisto en sus mandos, no
solamente de oficiales ingleses y alemanes, sino que a sus principales cuadros
los habían enviado a recibir entrenamiento y formación en Europa; mientras en
su país, habían organizado academias especializadas con instructores europeos.
De ahí que entre sus mandos aparecen los apellidos Condell, Cox, Christie,
Edwards, Leighton, Linch, Macpherson, Prat, Rogers, Simpson, Smith, Somper,
Stephens, Thompson, Walker, Warner, Williams, Wilson y Wood.
Los nuestros solamente tenían “entrenamiento”
adquirido en las guerras y alzamientos internos. Marchaban al frente de batalla
pobremente apertrechados y mal vestidos. Ropas y zapatos parecidos a pobres
limosneros. Las fuerzas bolivianas estaban en peor situación. En su mayoría no
llevaban ni siquiera zapatos viejos. Los gobernantes, caudillos militares y
civiles, andaban enfrascados en fratricidas revueltas. Unos, por conservar o perpetuarse
en el poder. Otros, por derribar al gobernante de turno. Pobre Perú.
Pero no todos fueron así. Hubo grandes personajes
civiles y militares, que se sacrificaron con mucho patriotismo en las horas más
aciagas de la patria: Grau, Bolognesi, Ugarte. Y entre ellos hubo también
muchos loretanos.
Los toques de cornetas, clarines y tambores de la
patria resonaron hasta los confines de los bosques amazónicos, convocando a la
defensa del Perú. La patria estaba siendo ferozmente agredida y herida. Por
punas y por encima de las escarpadas cordilleras, tramontaban voces de
llamamiento, que ponían en alerta viril a las juventudes. Hay un gran despertar
patriótico en todos los sectores y edades. Aflora el pundonor y coraje guerrero
de los ancestros, de los que en la selva por siglos resistieron y combatieron
la invasión española.
A menos de tres meses de iniciada la guerra, tal
vez, antes de otros departamentos más cercanos al escenario, desde Loreto y de
su capital Moyobamba, marcha sobre Lima una primera columna volante de ciento
cuarenta jóvenes, comandados por el Sargento Mayor don Marcelino del Castillo,
segundo jefe Sargento Mayor Ellas Albán y tercer jefe, Sargento Mayor Enrique
Pardo. Gobernaba el Perú desde el 4 de agosto de 1876, el huanuqueño general
Mariano Ignacio Prado, quien en medio de la guerra decidió salir del país
explicando que iba a comprar armamentos. Su inoportuna salida del país fue
duramente cuestionada.
Mientras nuestros soldados morían en los campos de
guerra y los chilenos inconteniblemente avanzaban hacia Lima, los caudillos
seguían disputándose el poder. En medio de la tormenta, en diciembre de 1879,
asumió el poder el general Luis de La Puerta. Sin embargo, el 27 del mismo mes
es obligado a dimitir y asumió la presidencia el camanejo Nicolás de Piérola.
La primera columna selvática “Guardia de Honor”
llegó a Lima después de mil quinientos kilómetros de caminata. Habían
transcurrido tres meses de iniciada la guerra. Se integraron a uno de los
batallones que se preparaba para salir al frente de las operaciones bélicas. El
21 de diciembre de 1879, en la calle Trapitos y Plaza de la Inquisición --Plaza
Bolívar-- la columna charapa “Guardia de Honor” enfrentó un nuevo intento de
golpe contra el gobierno constituido. Varios soldados loretanos murieron en el
encuentro, peleando entre peruanos.
En mayo de 1880, con el nombre de Batallón
Cazadores de Piérola, salió otro contingente de seiscientos hombres.
El 26 de mayo de 1880, en Moyobamba, el Prefecto y
Comandante General de Loreto, don David Arévalo Villacís, hizo público un
documento dirigido a la población sanmartinense que decía:
“Atendiendo:
1.o.- A que la provincia de Moyobamba ha
contribuido con el contingente de hombres que se le ha designado para la
formación del Batallón Cazadores de Piérola N.o 2, por cuyo
motivo merece las consideraciones y gratitud de esta Prefectura y Comandancia
General.
2.o.- Que habiendo marchado ya el
expresado batallón, ha desaparecido la causa de los infundados temores que
alejó a muchos de sus hogares.
Que todos los hijos de esta provincia, que
permanecen aún ocultos, pueden regresar al seno de sus familiares y dedicarse
libremente a sus ocupaciones ordinarias, con la seguridad de que no serán
enrolados en el ejército activo, salvo el caso, de que las emergencias de la
guerra en que se encuentra empeñada la república, exijan un nuevo sacrificio a
esta Provincia. El Subprefecto del cercado queda encargado de hacer publicar
por bando, esta declaración, en los pueblos de su mando, para que llegue a
conocimiento de todos los habitantes de ellos.
Moyobamba, mayo 26 de 1880
David Arévalo Villacís”
Cuando el Batallón Cazadores de Piérola llegó a
Chiclayo, comandado por el Coronel provisional Daniel Bardales Arévalo, segundo
jefe, Teniente coronel Doroteo Arévalo Villacís y tercero, Sargento Mayor
Otoniel Melena, no encontraron nave que los trasladara a Lima. Por ello se
vieron obligados a continuar el recorrido a pie, por el litoral de los
departamentos de La Libertad, Ancash y Lima. El Perú ya había perdido toda su
escuadra. En Lima, integrados al batallón comandado por el coronel Miguel
Iglesias participaron heroicamente en la batalla de San Juan y en la defensa
del Morro de Chorrillos.
Más tarde fue disuelto un tercer batallón de
quinientos hombres, que se preparaba para partir a órdenes del Coronel Alfredo
Coret. Había llegado la noticia de los desastres sufridos en las batallas de
San Juan y Miraflores. Al parecer, equivocadamente, las autoridades creyeron
que ya no había nada que hacer. El gran problema para la región era la
distancia. Las informaciones se conocían con mucho retraso y distorsionadas.
Chile había invadido Lima con furia y venganza.
En la selva se dieron muchos casos de patriotismo a
pesar de las distancias y falta de medios de comunicación. Pundonor,
valor, coraje y renunciamiento a la vida por la patria, que la historia debe recordar
siempre, para que sirva de permanente ejemplo a las generaciones del presente y
del futuro. Un joven francés de nombre Pedro Dugué, que había llegado a Iquitos
como secretario del Marqués de Tilly, Conde Tourón, en circunstancias que un
batallón de voluntarios, al mando de Miguel Noriega se embarcaba con destino al
frente de guerra, se presentó y pidió ser incorporado en las fuerzas loretanas:
“Quiero enrolarme en las fuerzas loretanas para ir a defender al Perú”, dijo en
su castellano aprendiz al jefe del batallón. El joven francés, peleando
heroicamente con el grado de sargento, entregó su vida en la batalla de
Miraflores,
El riojano don Francisco del Castillo, con los años
a cuestas y la salud quebrantada, embargado de profunda emoción patriótica y
expresando su pesar de no poder hacerlo personalmente, se presentó al jefe del
batallón Cazadores de Piérola, mientras la tropa disciplinadamente se preparaba
en la Plaza de Armas de Rioja, para partir hacia Lima, y dijo: “Vengo a pedir
el enrolamiento de mis dos únicos hijos mellizos, Tomás y Faustino, para que
vayan a defender la patria, Yo, por mi salud y los años que tengo encima, no lo
puedo hacer a pesar mío” recalcó al oficial jefe del batallón. Los dos hermanos
murieron el 15 de enero de 1880, combatiendo en la batalla de Miraflores.
Setecientos cuarenta hombres debidamente
registrados habían aportado la Amazonía para la Guerra del Salitre. Son
numerosos los que envueltos en el bicolor nacional dejaron regada su sangre en
los campos de batalla, formando el batallón de los soldados desconocidos.
El 25 de mayo de 1880, el Moyobambino Guardiamarina
Emilio Jose San Martín Peña, participó en el combate del Callao entre las Torpederas chilenas Guacolda y Janequeo y la Lancha Peruana Independencia, comandada por el Teniente 2do.de Marina José Miguel, Gálvez Moreno.
Nació en Moyobamba, provincia de San
Martín, el 16 de enero de 1861. Fueron sus padres Augusto San Martín y Martina
Peña. Siendo muy joven, sus padres lo enviaron a la Escuela Preparatoria de la
Marina de Guerra, en el Callao, a la cual ingresó en febrero de 1876.
Se encontraba como aspirante en el monitor “Atahualpa” al empezar la guerra con Chile en 1879.
Fue ascendido a Guardiamarina en noviembre de dicho año.
En 1880 formó parte de la dotación de la lancha “Independencia”, comandada por el Teniente Segundo José Gálvez; a bordo de la mencionada lancha asistió a las operaciones en contra del bloqueo que los chilenos habían impuesto al puerto del Callao.
Fue ascendido a Guardiamarina en noviembre de dicho año.
En 1880 formó parte de la dotación de la lancha “Independencia”, comandada por el Teniente Segundo José Gálvez; a bordo de la mencionada lancha asistió a las operaciones en contra del bloqueo que los chilenos habían impuesto al puerto del Callao.
Su acción gloriosa tendrá lugar durante las primeras horas del 25 de mayo de aquel año. Junto con el Teniente 2do. José Miguel Gálvez Morenoy el practicante de medicina Manuel Ugarte, trabaron combate con la “Janequeo”, lancha enemiga que los superaba en tamaño y andar, apoyada a su vez por la lancha “Guacolda”.
Habiendo quedado inutilizado, para su mala fortuna, el armamento que llevaban a bordo, no les quedó más remedio que acercarse a la “Janequeo” y levantar en peso una bomba que arrojaron sobre dicha lancha, haciéndola estallar con disparos de revólver.
Ambas lanchas, la “Independencia” y “Janequeo” se hundieron, y en esta acción Emilio San Martín perecerá sin que se pudiera recuperar su cuerpo.
El marino loretano legó a la posteridad
ejemplo de coraje y pundonor. La Torpedera Independencia por efectos de un torpedo,
empezaba a hundirse y José Gálvez gravemente herido, seguía dirigiendo el
combate.
Las dos naves contrincantes, peruana y chilena,
mortalmente averiadas, comenzaron a ser tragadas por el Pacífico, mientras sus
olas se batían, en señal de bienvenida, a los valientes marinos peruanos que
entregaron su vida por el honor de la patria.
Allí se hallaba también el practicante
de medicina Manuel S. Ugarte. Todos rodaron a los abismos del mar en atrevida
acción. En minutos, el inmenso océano se convirtió en digno sepulcro de tan
valerosos hombres, entre ellos el guardiamarina loretano.
Francisco Vásquez, oriundo de Moyobamba, era un
adolescente de diecisiete años y huérfano de padre. Aprovechó las tinieblas de
la noche y fugó de su casa. Momentos antes, una columna había partido de
Moyobamba con dirección a Rioja, en tránsito hacia Lima. Eran las ocho de la
noche y sin más provisiones que una alforja vacía sobre los hombros y desnudos
los pies, apresuradamente tomó el camino y dio alcance a la tropa. Pidió
integrarse y marchó con destino a la guerra. Meses después ofrendó su vida en
la batalla de Miraflores. Una bomba enemiga le destrozó el cráneo. En agonía,
tuvo tiempo de exclamar ¡Viva el Perú, viva Loreto, carajo!
En la batalla de San Juan ofrendaron su vida, entre
otros loretanos, el Teniente de artillería Adolfo Gómez Montalván y el Teniente
de infantería Julio Bellido; los soldados Juan de la Mata Sandoval y José
Nicolás Gómez y Pérez (Lamas); Abelino Rengifo (Saposoa); Pedro Toreros
(Yurimaguas); el Teniente Julio Bellido y los soldados Adolfo Gómez Montalván,
Fernando Rengifo y Biviano Perea (Moyobamba); y Julián Rodríguez, Fernando
Sánchez, Bonifacio Rodríguez y Nicolás Reátegui (Rioja).
En la batalla de Miraflores perecieron los
oficiales Pablo Montalván y Enrique Fuerra, los soldados Francisco Eladio
Manzanares y Pedro Torres (Iquitos); Abel Trigoso y Abraham Saldaña (Lamas);
Abel Arévalo (Morales, provincia San Martín); Espíritu Salinas (Yurimaguas);
Froilán Portocarrero y Gregorio Maldonado (Rioja); el Subteniente Francisco
Milliari, y los soldados Pablo Montalván, Juan Bardales, Francisco Charpentier,
Enrique Guerra, José Mercedes Rengifo, Martín López, Francisco Vásquez y Salmón
Mesía (Moyobamba).
En la batalla de San Francisco murieron los
loretanos Sargentos primeros Agustín Matute y Santos Rengifo; los soldados
Agustín Matute, Pedro Rengifo, Cosme Damián Rengifo, Felipe Rengifo, Federico
Estrella, Juan de Mata Valera y Manuel Muñoz (Moyobamba); Santiago Silva
(Saposoa); los soldados Juan B. Jaña y Juan Rengifo (Tarapoto).
En la batalla de Tarapacá, el 27 de noviembre de
1879, se inmolaron los loretanos Subteniente del batallón Puno No. 6, Fructuoso
Hernández y los Sargentos primeros José Reyes Beltrán, Francisco y Manuel Díaz,
ambos de la Escuela de Clases; el Subteniente Fructuoso Hernández y los Soldados Emiliano Castillo, Tomás Castillo y José Reyes Beltrán (Rioja); y
Francisco Fachín y Francisco Díaz (Moyobamba).
En la batalla del Campo de la Alianza entregaron la
vida el Teniente Julio César Cárdenas (Moyobamba) y el soldado Carlos Herrera
(Ucayali).
En el combate naval del Callao se inmoló el Guardiamarina Emilio J. San Martín (Moyobamba).
En diversos combates de la guerra murieron Toribio
Ochoa, Tomás Mejía, Francisco Peña, Eugenio Olórtegui, Pasión Sánchez,
Francisco Arévalo, Carlos Petroviz, José del Carmen Rodríguez, Antonio Mori,
Juan José Vargas, Santiago Vela, Juan Guerra, Esteban del Águila Rengifo, Juan
José Álvarez (Moyobamba); los soldados Nicolás del Águila, Dionisio Angulo,
Domingo Arévalo, José de la Paz Sánchez Alonso, Juan Arévalo y Melchor Rubio
(Tarapoto); Isaac Noriega y de Calzada y Anselmo Navarro (Soritor); los
soldados Jesús Vásquez, Juan José Rengifo, Manuel Lozano, Juan de Dios Tuesta y
Juan de Dios Ruiz (Lamas); Eleodoro Mozombite, Inocente Hidalgo, Pedro C.
Valera, David Moncada, Miguel Moncada, José Teronco y Teodoro Guerra (Rioja); Ildefonso
Dávila y Liberato Arévalo (Morales, provincia San Martín).
El 9 de agosto de 1905, la Sociedad Unión Loretana,
presidida por Leonardo Velázquez y autorizada por el Alcalde Cáceres, levantó
en Iquitos el monumento destinado a perennizar y honrar la memoria de los
héroes amazónicos caídos en la infausta Guerra del Salitre.
La Selva en la Guerra con Chile, José Diaz (marcgrau2002@yahoo.com)Texto recomendado por el señor Fernando Montalván
Tuesta.
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